Javier lleva 5 años como voluntario de Cruz Roja y hace 3 semanas recibió un correo para ayudar durante la pandemia de Covid-19. La Cruz Roja iba a montar un dispositivo llamado Unidades de Respuesta Social (URS) con el objetivo de atender necesidades, sobre todo alimentarias y de medicación, a personas que por cualquier motivo están aisladas y no pueden salir de su casa. Por fin podía ayudar y aportar su granito de arena. Y no lo dudó, quiso formar parte y se apuntó.
El pasado jueves 26 de marzo recibió una llamada esperada de la técnico de la Asamblea de Cruz Roja de Pozuelo: querían contar con él. Esa misma tarde recibió las instrucciones y las estudió minuciosamente para seguir el protocolo a la hora de salir de casa y para volver a entrar. Le gustaba tenerlo todo organizado y por eso a las 11 de la noche, antes de irse a dormir, colocó sobre la mesa de la cocina todo lo imprescindible que debía llevarse al día siguiente: mascarilla, guantes, cartera, llaves, gafas y su chaleco.
El gran día llegó
Se despertó a las 7 de la mañana del viernes 27 de marzo. No había dormido muy bien, estaba inquieto. Siempre que tenía alguna cosa que hacer se ponía nervioso, y más al enfrentarse a una situación nueva. Salió de casa a las 8:45 de la mañana para ir a la sede de Cruz Roja, tan solo a 15 minutos andando. Había algo diferente en las calles, no escuchaba ruidos de camiones descargando mercancía al ser viernes, ni tampoco se veían aglomeraciones de coches dejando a sus hijos en los colegios. Todo estaba parado.
Todo estaba parado, no había nadie en las calles
Cuando llegó a Cruz Roja conoció a su compañera, que iría con él de 9 de la mañana a 2 de la tarde. Acto seguido, les asignaron las 5 intervenciones de la mañana y le entregaron unas fichas de las llamadas con los datos de las personas que solicitaban estos servicios. Era el momento de irse y se pusieron la mascarilla, los guantes y un gel desinfectante que metieron en el coche para usarlo en cada salida. Con un poco de incertidumbre, Javier y su compañera se subieron al coche para iniciar el día. Mientras él conducía ella iba sentada en el asiento trasero para mantener la distancia de seguridad y poder contestar las llamadas que iban entrando una detrás de otra pidiendo su ayuda.
El turno sería desde las 9 de la mañana a 2 de la tarde
Las primeras visitas
Según iban haciendo las llamadas pertinentes a los destinatarios para ver qué necesitaban, hicieron un primer trayecto para los kits de alimentación de primera necesidad, que se componen de alimentos básicos como patatas, carne, verduras, pescado y fruta. Por fin llegaron al supermercado con el que Cruz Roja tiene un convenio para que los voluntarios no tengan que llevar el dinero de nadie. Bajaron del coche y una vez dentro, se dividieron cada uno los alimentos que coger para estar el menor tiempo posible y hacer cuantas más casas mejor.
Entregaban los kits con carne, pescado, fruta, patatas y verduras
Javier y su compañera se dirigieron a la primera casa. Una señora mayor que no podía salir por ser grupo de riesgo y que tenía miedo. Su única compañía eran sus gatos. Le dejaron las bolsas de comida en la puerta y ella misma los recogió, no sin antes agradecer su gran labor. Así fue sucesivamente en todas y cada una de las casas, principalmente de señoras mayores y solas. Pero fue la quinta intervención la que no olvidará nunca.
Una historia para no olvidar
Se trataba de una señora de más de 80 años que acababa de perder a su marido hacía tan solo una semana. Vivía sola en su casa y no podía salir por las circunstancias, aunque ya había tenido relación anteriormente con la Cruz Roja para pedir una silla de ruedas para su marido.
A pesar de la dura situación en la que se encontraba, Javier se quedó sorprendido ante su amabilidad, hospitalidad y ánimo. Recogió con mucho cariño los alimentos y, acto seguido, les dijo que esperaran un momento que les quería devolver unas cosas. Tras unos segundos, apareció con una silla de ruedas y unos pañales que le habían donado hace un tiempo para su marido, pero que no iba a necesitar más. Con el corazón encogido, Javier y su compañera lo recogieron y emprendieron la marcha de vuelta al punto de inicio.
Esta historia es la de Javier Cerrudos y su cita semanal con la Cruz Roja de Pozuelo para poner un granito de arena y ayudar a aquellas personas indefensas y en necesidad. Un héroe vestido de Cruz Roja. Pero es solo uno de los millones de héroes invisibles que están luchando para que salgamos cuanto antes de esta terrible pandemia y donde todos, aunque sea desde casa, tenemos algo que aportar a los demás.